jueves, agosto 30, 2007

Los distintos tipos de pajas

Blogueando por ahí me he encontrado con este post que es una clasificación de los distintos tipos de pajas que nos hacemos los tíos. Creo que ya he puesto alguna vez aquí algún post parecido, y yo mismo he hablado también a veces de diferentes motivaciones por las que me pajeo, pero creo que esta lista es la mejor clasificación.

¿Para cuando una lista igual pero con los dedos que se hacen las tías?

1. La paja viciosa.
Es la paja por excelencia, la que hasta ahora se creía la única. Es la que te haces simplemente porque estás salido y punto. Tiene una variante conocida como la paja dedicada, y es aquella que te haces cuando ves una tía que te pone como una moto y te la machacas pensando en ella, antes de que el recuerdo se evapore de tu mente.

2. La paja ociosa. Es aquella que te haces sin ningún tipo de motivación sexual, simplemente porque te aburres y no tienes nada que hacer. Es la que se da en esas largas tardes de verano, cuando estás de vacaciones y tus colegas no pueden quedar hasta las nueve y todavía son las siete y no sabes cómo matar el tiempo hasta que llegue la hora. Si el nivel de
aburrimiento es muy alto, puede derivar en la paja experimental, que es cuando te da por hacer chorradas como pelártela con la mano izquierda, untada en crema o con la mano fría.

3. La paja valeriana. La que te haces en momentos de estrés buscando no la satisfacción sexual (que nunca viene mal), sino la relajación posterior. Es lo que sueles hacer el día antes de un examen que llevas cogido con pinzas.

4. La paja Balium o somnífero. Son las cuatro de la mañana en verano, no te quedas dormido ni a la de tres, y mañana te
tienes que levantar a las ocho… Pues eso, pajote al canto y en cinco minutos estás roncando. Existe una variante llamada paja gelocatil, que te la haces porque te duele la cabeza, con la intención de calmarlo.

5. La paja higiénica. Por extranas circunstancias de la vida, llevas una larga temporada de inapetencia sexual y hace tiempo que no vacías las pelotas. Se hace imprescindible en momentos así darle al manubrio para evitar las molestas e incómodas explicaciones sobre tus poluciones nocturnas.

6. La paja celebrativa. Has conocido a una chica maja, y finalmente has triunfado… con dos cojones, cuando llegas a casa te la pelas para celebrar el polvo.

7. La paja sorpresiva. Estás en el tigre tan tranquilo, notas algo raro, miras hacia bajo… ?Ahí va! Y esto? Te das cuenta de
que estás empalmado y no sabes por qué. Pues bueno, ya que estamos, habrá que aprovecharlo…

8. La paja McAulay. Te la haces simplemente porque estás “Solo en casa”.

9. La paja preparativa. Has quedado con una linda señorita que va a servir para que des rienda suelta a tus más bajas pasiones, pero no quieres quedar mal… qué mejor que una buena manuela para evitar desagradables caídas del sistema de forma precoz? Existe un subtipo conocido como paja preventiva, y es la que te haces cuando tienes que hablar en público y no quieres quedar mal por culpa de una inoportuna e imprevista erección.

10. La paja rutinaria. Pues bueno, porque siempre te la pelas los viernes a las siete y media o el sábado después de comer, para no perder las buenas costumbres…

11. La paja reto. Es aquella que te haces simplemente por lo bien que queda conceptualmente habérsela hecho. Dos subtipos: Por cantidad (”tengo que llegar a la séptima del tirón”, suele desaparecer con la pubertad) y por último lugar también conocido como paja estandarte (en lugares raros, como en clase, o en la sacristía…)

12. La paja innovadora. La primera. Tiene un no sé qué de misterio, de no saber qué va a pasar… finalmente te abre las puertas de un mundo nuevo, pero es una lástima que sólo ocurre una vez en la vida.

Y como broche final:

“Adolescencia: es la etapa de la vida de un hombre en la que aún cree que la masturbación es algo transitorio”.

sábado, agosto 18, 2007

Improvisada

Anoche estaba en la cama intentando dormir, cuando empezó a hacer viento y la puerta de la cocina, que estaba abierta para que hubiera corriente, empezó a dar portazos. Como eran las dos de la mañana y quería dormir, me levanté a cerrarla para que no hiciera ese molesto ruido.

Cuando hace calor como en verano y estoy en mi casa, me gusta dormir desnudo, así que cuando fui por la cocina iba así, con todo al aire. La puerta que se golpeaba da a una pequeña terracita (1 metro cuadrado) que a su vez da a un gran patio interior a donde dan también habitaciones y cocinas del resto de pisos de otras escaleras. Las luces estaban apagadas y salí al balconcito para ver cómo estaba la noche, y mientras miraba alguna estrella a través de la rojiza luz de la ciudad, sopló una ráfaga de viento que noté sobre mi piel. No se porque, pero lo de estar al aire libre desnudo, sintiendo el aire de la noche es algo que "me pone" mucho.

Bajé la mano hasta mi miembro, que no estaba ni totalmente fláccido ni tampoco erecto, sino en un estado intermedio. El viento seguía viniendo en ligeras ráfagas, y yo empecé a acariciarme la polla, que empezó a crecer entre mis dedos. Seguí dándole hasta que alcanzó una buena erección, y así estuve un rato, sin prisa ninguna. En un determinado momento, empecé a tener un poco de frío, así que me metí en la cocina y me senté en un taburete, a un metro de la puerta que seguía abierta. Ahí se estaba mejor, me seguía llegando algo de aire pero no hacía tanto frío.

Sentado en el taburete proseguí con lo que estaba haciendo. Con mi mano derecha me pajeaba, y la izquierda o bien la tenía parada, o acariciaba con ella otras partes de mi cuerpo: los muslos, los huevos, el pecho... El resto de la paja fue como suelen ser. Movía arriba y abajo mi mano, dándome placer, insistiendo de vez en cuando en la zona del glande, por los lados y por detrás del mismo. Cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás, mientras tenía fugaces visiones de cuerpos femeninos desnudos y pasadas experiencias morbosas que ayudaban a mantener y aumentar mi excitación. El ritmo iba siendo cada vez más rápido y las sacudidas más fuertes, y por el rabillo del ojo podía ver delante la sombra de la pila del fregadero, con el jabón lavaplatos y el rollo de papel de cocina.

Al avanzar la paja empezó a brotar ese líquidillo viscoso o incoloro (preseminal) que inmediatamente embadurnaba con mis dedos sobre la cabeza del glande, atrapándolo entonces entre el pulgar y el dedo índice para hacer un círculo, con el que lo apretaba y movía arriba y abajo ayudado por la lubricación extra del liquidillo, y que no duraba más de tres o cuatro movimientos, pero que daban un placer inmenso.

Finalmente, empecé a notar que iba a llegar el momento, y continúe con mis movimientos manuales a la misma velocidad, sabiendo que no tardaría en llegar al orgasmo, pero sin acelerar el ritmo para alcanzarlo, puesto que era algo inevitable. Justo en el momento que iba a empezar a correrme, estiré la mano hasta el papel de cocina y le arranqué una hoja. Hice con ella una bola no muy compacta, y la apreté contra la punta de mi polla. Le di unas pocas sacudidas más y entonces me corrí, en un orgasmo no muy intenso pero largo. Mi leche empapó el papel, y cuando terminé y me había repuesto un poco lo tiré al cubo de la basura. No se cómo fue de abundante porque todo sucedió a oscuras, pero supongo que no sería mucho porque últimamente todos los días me hago una o dos pajas y no doy tiempo a que los "depositos" se rellenen del todo, jejeje.

Me levanté del taburete, cerré la puerta que daba golpes, y me fui a la cama a dormir. No esta mal eso de improvisar una paja cuando la situación es propicia.

martes, agosto 14, 2007

La playa

Este verano en vacaciones estuve un día en la playa; hacía dos o tres años que no pisaba una, así que tenía cierta ansía por remojarme los pies en el agua marina y observar las maravillas de la naturaleza encarnadas en cuerpos femeninos.

La llegada no decepcionó, cuando todavía no había puesto el pie en la arena allí en el límite con la acera del paseo marítimo había dos chicas jóvenes de cuerpos perfectos y piel tostada tomando el sol. Durante el paseo por la orilla del mar pude observar otros cuerpos, de diferentes edades y constituciones. Algunos, poco deseables para el retoce, con celulitis, pieles colgantes o grasa acumulada en sitios poco afortunados. Pero en contraste con estos, otros en cambio hacían que fuera casi imposible no seguirlos con la mirada cuando pasaba al lado: Esa cara risueña; esos pechos insinuándose bajo el bikini; ese ombligo en el centro de una cinturita que da ganas rodear con el brazo; esas caderas bamboléandose al andar; esos muslos gordezuelos al principio de esas largas piernas... En resumen, una maravilla para el sentido visual y el imaginativo, y desafortunadamente no para el tacto o el gusto.

Después de recorrer la orilla arriba y abajo un par de veces volví al paseo, en el que había un mirador. Desde allí se podían ver dos paisajes: Uno, el mar y la línea de la costa; y el otro toda la gente que estaba en la arena tomando el sol. Me fijé especialmente en un grupito de chicas que estaban casi al pie del mirador en sus toallas. Unas tomaban el sol tumabadas, y otras estaban sentadas jugando a las cartas. Me fijé en una de las primeras, que debía llevar poco tiempo de veraneo porque su piel estaba muy blanquita. Desde donde yo estaba, sus pies apuntaban hacia mi y su cabeza hacia la orilla del mar. Llevaba un bikini de un estampado rojo y unas gafas de sol. Empecé a ponerme muy malo, al ver aquel cuerpo tan cerca de mi, a apenas dos metros, y cuyos encantos estaban separados de la luz del día por tan solo unos centímetros cuadrados de tela.



Me imaginaba a mi mismo bajando del mirador a donde ella estaba, y retirando suavemente la parte de abajo del bikini, dejando al descubierto una rajita ligeramente rodeda de vello. A continuación retiraba su parte de arriba, dejando al descubierto unos pequeños pechos, de pezones rosaditos, que besaba mientras los sujetaba con la mano. Luego, ya desnudo me tumbaba al lado de ella y mientras la acariciaba me colocaba encima y hundía lentamente mi polla dura en su rajita, que estaba caliente y húmeda. La apretaba entre mis brazos mientras ella me reodeaba con sus piernas, y follábamos hasta corrernos.

Claro, la fantasía no es muy elaborada ni larga porque se me ocurrió allí sobre la marcha, pero mientras lo imaginaba me fui marchando de allí. Desgraciadamente, iba con la inevitable familia y era una escapada de un día. No pude aliviar la excitación de la fantasía ni muchísimo menos llevarla a cabo.

Como véis, en este post no he hablado de mis experiencias masturbatorias en la playa. Eso, lo dejo para otro post.


P.D. Mientra buscaba la imagen para ilustrar este post he encontrado este foro con fotos de chicas en la playa, muy guapas todas.

viernes, agosto 03, 2007

Tomando el sol

Esta mañana he estado tomando el sol durante media horita en mi casa del pueblo. Detrás tiene un corral o patio rodeado de una tapia, pero con un pequeño inconveniente: Lo que pasa en él se puede observar desde la propia casa y desde la de los vecinos que son más altas. Solo hay un sitio en el que esto no ocurre, y es en ese punto ciego donde me he puesto.

No es que me guste mucho eso de estar tumbado sin hacer nada mientras me da el sol y paso calor, pero lo hago para no quedarme de color blanco-oficina y tener que aguantar luego bromitas al respecto. Me he quitado la camiseta y el calzado, y me he quedado en bañador sobre la hamaca. Mientras me tostaba mi piel se ponía sudorosa y empezaba a calentarse. Y a la vez que lo hacía mi piel, también lo hacía mi mente. La fantasía que he construido es lo de menos, lo que importa es que mi polla ha comenzado a crecer debajo del bañador hasta que la puntita ha asomado por arriba, porque lo tenía un poco bajado. Y todo esto sin tocarme, solo con la fuerza de la imaginación.

Entonces me he asegurado de que seguía en el punto ciego, y de que no había nadie de mi familia cerca. Me he bajado más el bañador, y con la mano me he agitado arriba y abajo la polla. Estaba caliente, como el resto de mi cuerpo por el intenso sol que me estaba dando desde hacía media hora, y como hacía varios días que no lo hacía y estaba excitado he llegado enseguida (calculo que alrededor de un minuto) al punto de casi correrme. He vuelto a mirar alrededor, y me he levantado de la hamaca y me he acercado a la tapia. Mi polla estaba fuera y he apuntado hacia la pared, como si estuviese haciendo pis, y he rematado la faena. He agarrado la polla con mi mano y la he sacudido fuerte y rápidamente, y en pocos segundos han brotado dos o tres chorros de semen que han ido a la pared. Después ha seguido saliendo pero con menos fuerza, goteando en el suelo y pringándome la mano.

Me he guardado la polla y he ido a limpiarme los restos de esperma de la mano a un fregadero. Después he vuelto a recoger la camiseta y alguna otra cosa, y he buscado mi recién derramada corrida en la pared. No la he visto a la primera, porque la pared no es de un color uniforme, sino ladrillos sin embellecer. Al fin la he encontrado, y he sonreido, por el placer que me ha dado la paja, y porque si yo mismo no era capaz de encontrar su rastro tampoco lo sería nadie más, jeje.

Después he subido a la cocina, donde mi madre estaba preparando la comida. Me he asomado por la ventana, desde donde no se ve el sitio donde estaba tomando el sol, aunque me he dado cuenta de que un trozo de la pared donde me he corrido sí que era visible. ¿Me habrán visto? Si es así, no lo han demostrado...